Desde que entramos en el mundo de la discapacidad debido a la enfermedad de nuestros hijos, hemos pasado por diferentes situaciones que han cambiado nuestra vida en muchos sentidos.

La primera ha sido entender y asimilar lo que nos estaba pasando, luego llega la hora de afrontar la enfermedad e intentar vivir con cierta normalidad el día a día. Tenemos que ir adaptando muchas cosas de nuestra vida cotidiana que aunque parecen sencillas y fáciles, la mayoría de las veces suponen alterar las rutinas de una vida familiar normal. Hasta aquí ¡¡¡¡prueba superada!!!!

La segunda, en proceso, conseguir que a pesar de nuestras nuevas ciscunstancias, nuestros hijos crezcan felices en su entorno y con sus dificultades físicas, que dicho sea de paso, son cada vez mas evidentes. Sin embargo, este segundo reto se hace muy cuesta arriba porque ya no depende solo de nosotros. Mientras insistimos en casa a diario para que acepten su problemática, cuando salen a la calle siempre hay alguien que les recuerda que son “especiales”. Parece mentira que en los tiempos en los que vivimos, todavía nos giremos para ver bien la cara a ese chico adolescente que va en una silla de ruedas o en su scooter.  Entendemos que en la mayoría de los casos el sentimiento que despierta nuetro hijo es de pena o compasión, pero nosotros sí estamos preparados para pasar por estas situaciones, él no.

Para que la discapacidad se convierta en normalidad debemos empezar por educar a nuestros hijos y reeducar a los adultos. Las personas que tienen problemas físicos pueden ser también felices, y dar a los que tienen cerca tanta alegría y ganas de vivir, que cualquiera que nunca haya convivido con ellos no sabe lo que se pierde. Los momentos buenos que pasamos superan con creces los malos y nos hacen a todos cada día mas fuertes.

¡¡¡¡¡¡¡¡Gracias Alvaro y Marta por lo que sois y por lo que nos dais!!!!!!!!